Posesión Demoníaca: Miedo, Negocio y Realidad

Desde que «El Exorcista» llegó a los cines, la idea de la posesión demoníaca se metió en la cabeza de la gente. Lo que antes era solo un tema religioso se convirtió en un fenómeno cultural: algunos vivían aterrados, otros anhelaban experimentarlo, y los brujos y exorcistas se volvieron figuras clave para «liberar» a los poseídos. Pero la posesión no solo alimentó el terror, sino también los bolsillos de muchas iglesias.

Mientras que en la Iglesia Católica la posesión era vista como algo raro y temido, en las iglesias protestantes todo el mundo parecía estar poseído. Cualquier problema—depresión, insomnio, rebeldía adolescente—era culpa de un demonio. Los creyentes acudían en masa a sus pastores para que los «liberaran», y estos no dudaban en hacerlo… a cambio de diezmos y ofrendas, por supuesto. La histeria llegó a tal nivel que hasta los muñecos de Mickey Mouse fueron señalados como portadores de demonios. Fue una moda que movió millones.

Pero, más allá del negocio y el miedo colectivo, ¿qué tan real es la posesión demoníaca? Ni la ciencia ni la brujería real pueden sostener esa creencia. Convulsiones, voces extrañas y fuerza descomunal tienen explicaciones médicas y psicológicas concretas. La epilepsia y los trastornos disociativos pueden provocar crisis violentas. Escuchar voces o hablar con otro tono suele ser síntoma de esquizofrenia o trastorno de identidad disociativa. Y la supuesta «fuerza sobrenatural» no es más que adrenalina en acción.

En mi consulta, recibí a una joven de unos veinte años que, según su familia, estaba poseída. Afirmaban que su voz cambiaba repentinamente y que adquiría rasgos de personalidad incompatibles con su forma de ser habitual. Durante la consulta, no percibí ninguna entidad o presencia extraña en la joven. Su comportamiento me pareció más acorde con un problema de salud mental que con una posesión demoníaca.

Ante la insistencia de la familia en que se trataba de una posesión, les expliqué que como brujo satanista, de momento no podía confirmar esa posibilidad. Sin embargo, les recomendé que llevaran a su hija a un psiquiatra para que la evaluara y descartara cualquier trastorno mental que pudiera estar causando los síntomas que presentaba. La reacción fue de enojo y frustración. ¡La historia de siempre! No entendían por qué no podía simplemente «liberarla» de la supuesta posesión. Les expliqué que mi formación como satanista me inclinaba a buscar primero la respuesta de la medicina y que no me permitía realizar ese tipo de prácticas sin descartar problemas mentales; que lo más importante era buscar una solución real para su hija.

Afortunadamente (y a regaña dientes), la familia accedió a llevar a la joven al psiquiatra. Tras una evaluación exhaustiva, se le diagnosticó un trastorno mental que explicaba los cambios en su voz y personalidad. Con el tratamiento adecuado, la joven fue mejorando progresivamente y recuperando su vida normal. La familia, al ver los resultados de la medicina, comprendió que mi recomendación había sido la correcta. Aunque inicialmente se sintieron decepcionados, finalmente agradecieron mi honestidad y profesionalismo.

Como brujos, sabemos que el mundo es un lugar misterioso, pero también sabemos que la fe no es ciega. No en la brujería real. Cada caso debe analizarse con cuidado, sin caer en supersticiones fáciles. No todo lo raro es obra de un espíritu maligno. Muchas veces, lo que parece un ataque sobrenatural es solo la mente humana en conflicto.

La brujería no es religión. Aquí hay que analizarlo todo. El miedo y la ignorancia seguirán alimentando el mito de la posesión, pero la verdadera magia está en conocer la diferencia entre lo real y lo imaginado. Porque la brujería no es solo creer, sino comprender.