Cuando las imágenes cobran vida: El poder oculto del miedo
Hace poco, alguien a quien quiero mucho me confesó que no dormiría en mi casa por las imágenes que tengo. Me sorprendió su reacción porque parecía creer que esas figuras cobrarían vida durante la noche. Esto me hizo reflexionar sobre el miedo que algunas personas sienten ante ciertas representaciones y sobre el poder que realmente tienen estas imágenes.
En esencia, cualquier figura, estatua o imagen es solo eso: un objeto. No tiene vida propia, no actúa por sí misma ni influye en tu entorno a menos que tú le otorgues ese poder. Sin embargo, si dentro de ti hay miedo hacia la imagen de un demonio, de la Santa Muerte o de cualquier otro ente, entonces sí es posible que sientas una energía negativa al tenerla en casa. Pero esa energía no proviene del objeto en sí, sino de tu propia percepción y creencias.
Hay quienes, al ver ciertas imágenes en casa de alguien, dicen con seguridad: «Esa imagen te traerá la mala suerte en tu vida.» Pero si esto fuera cierto, la imagen de Cristo crucificado también traería desgracias, pues representa un hecho en extremo violento: un hombre torturado y clavado en una cruz hasta la muerte. Y, sin embargo, millones de personas la tienen en sus hogares sin sentir que eso les atraiga infortunios. Entonces, ¿por qué temerle a una efigie de la Santa Muerte o de un demonio, pero no a una de un mártir sufriente?
Ahora bien, cuando una imagen es consagrada al ente al que pertenece, se le invita a morar en ella. Esto es un acto de fe y de devoción, pero ni siquiera una imagen consagrada tiene el poder de hacer daño a nadie. No se trata de la muñeca endiablada de las películas de terror; las imágenes no saltan de su lugar ni susurran amenazas en la oscuridad. Son simplemente un canal de conexión para quienes creen en el ente, pero el miedo que despiertan en algunos no es más que el reflejo de sus propias inseguridades y prejuicios.
El miedo a que las imágenes cobren vida no solo ha sido una herramienta utilizada por la Iglesia en sus diversas ramificaciones para infundir temor y reforzar dogmas, sino que también ha sido alimentado por el cine de terror, que ha explotado esta idea a lo largo de los años. Películas como «Creepshow dos (Mil novecientos ochenta y siete), donde una estatua de un nativo americano se convierte en un vengador animado, «Annabelle» (Dos mil catorce), que presenta una muñeca poseída por un espíritu maligno, y «Chucky» (Mil novecientos ochenta y ocho), en la que un muñeco de juguete cobra vida tras ser poseído por el alma de un asesino, han contribuido a cimentar esta fobia en el imaginario colectivo.
Incluso objetos inanimados menos convencionales, como el espejo embrujado en «Oculus» (Dos mil trece), han reforzado la sensación de que ciertas representaciones pueden albergar fuerzas oscuras, perpetuando así el temor ancestral a que lo inanimado pueda despertar con intenciones siniestras.
Si alguna vez sientes miedo por tener en casa la imagen de un demonio, de la Santa Muerte o de cualquier otro ente, entonces quizás todavía no estás listo para convivir con ella. Pero si no le temes, si comprendes que es solo una figura que te conecta con el ente real, entonces no hay por qué preocuparse. Al final, no es la imagen la que tiene poder, sino la percepción que cada uno de nosotros le otorga.
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