¿Puede llevarnos un muerto?
En el mundo de lo esotérico, existe en muchas personas un temor muy extendido y, a la vez, completamente infundado: la idea de que un muerto puede llevarnos.
Para empezar, debemos comprender qué es realmente un muerto en este contexto. No es más que un residuo energético, una forma sin voluntad propia que deambula como el humo en una habitación cerrada. No tiene fuerza, no tiene poder real y, sobre todo, no tiene la capacidad de influir físicamente sobre la materia. Es lo que se conoce como «Bajo Astral».
Es cierto que, al ser energía, un muerto podría afectar ciertos dispositivos eléctricos. No es raro escuchar relatos de luces que parpadean, radios que se encienden solas o televisores que cambian de canal sin razón aparente. Incluso, en algunos casos, podría hacer que el sistema nervioso de una persona registre su presencia, provocando escalofríos o una sensación de incomodidad o pesadez en el cuerpo. Sin embargo, estos fenómenos no significan que tenga la capacidad de llevarse a alguien.
Pensemos en esto: Si los bajos astrales son seres etéreos, vaporosos y, por tanto, incapaces de sostener un objeto con peso, ¿cómo podrían llevarse a una persona? ¿Cómo podrían, de alguna manera, arrastrar a un ser humano entero a otro plano o a alguna dimensión desconocida? La respuesta es sencilla: no pueden.
Pero incluso si quisiéramos imaginar que un muerto tuviera la capacidad de trasladar algo, nos quedarían preguntas aún más importantes: ¿a dónde y para qué? ¿Qué ganaría con ello?
Muchos me dicen: «Es cierto que no puede llevarse tu cuerpo, pero puede llevarse tu alma». Bien, pero esa teoría sigue sin poder sostenerse porque no responde las preguntas que todavía penden en el aire: ¿A dónde y para qué?
De modo que, cuando nos detenemos a reflexionar, nos damos cuenta de que la idea de que un fantasma pueda llevarse a alguien no tiene sentido. No tiene la fuerza ni la voluntad para hacerlo, y aun si la tuviera, no habría un propósito claro detrás de ello.
La mayoría de los relatos sobre estos entes coinciden en que apenas tienen una existencia borrosa, sin objetivos claros ni voluntad definida. No son seres con planes maestros ni con intereses específicos. Su presencia se limita a merodear, a existir en la periferia de nuestra percepción, a lo sumo generando incomodidad o temor.
El verdadero poder del muerto no está en lo que puede hacer físicamente, sino en lo que logra provocar en la mente de quien le teme. El miedo descontrolado, las creencias mal enfocadas y la sugestión pueden hacer que una persona sienta que está en peligro cuando, en realidad, no lo está.
Por eso, el mejor remedio contra los muertos no es un amuleto ni un ritual complicado, sino el conocimiento. Saber que no tienen poder alguno sobre nosotros nos hace inmunes a su influencia. Al final, lo único que pueden llevarse es el miedo de aquellos que se los entregan voluntariamente.
En esta misma página, he publicado un artículo titulado «La Sombra del Fantasma«, donde explico en mayor detalle que el muerto, o bajo astral, no es más que un residuo mental y emocional que queda en este mundo después de la muerte. No es un ser con voluntad ni propósito, sino una impresión energética de lo que una vez fue. Si quieres comprender mejor esta idea, te invito a leerlo.
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