Cuando el Yo es Dios y el Placer es la Oración

Cuando se habla de religión, la mayoría piensa en iglesias, dogmas y dioses a los que se debe rendir culto. Sin embargo, la religión no es necesariamente eso. Por definición, la religión es todo aquello que ayuda a una persona a reconectar con lo que considera importante, con aquello que le da sentido. En este orden de ideas, el satanista puede o no tener una religión, dependiendo de cómo elija vivir su existencia.

Muchos vienen a mí con la pregunta: «¿Cómo puedo agradar a nuestro Señor Satanás?» Y ese lenguaje servil, junto con esa inquietud, les surge debido a que piensan que todo es como en la iglesia. Permítanme explicar algo muy importante:

Las religiones tradicionales establecen una divinidad externa a la que sus seguidores deben venerar. Cada iglesia tiene su Dios. Pero el satanista no tiene al diablo como su dios, porque el satanismo no consiste en adorarlo. Si así fuera, mejor sería que nos quedáramos en el rancio cristianismo para seguir adorando al nazareno. El satanista se adora a sí mismo. Se reconoce primero a sí mismo antes que a cualquier otro ente y se coloca en el centro de su universo. Y si Él es su propio Dios, entonces todo lo que le satisfaga, lo que le brinde plenitud, puede ser considerado su religión. Así agradamos al diablo, porque el diablo somos nosotros.

Yo creo en una fuente energética de donde todo proviene. Es el origen de todo, pero no la venero ni le rindo culto porque eso es lo que hacen las iglesias con su Dios. En cambio, cada individuo tiene su propia manera de encontrar equilibrio y satisfacción. Conozco a una mujer que, cuando se siente mal, abraza un árbol. Para ella, ese acto es suficiente para reconectarse consigo misma y con la vida. Todos se ríen de ella y la señalan de «bruja», pero ¿y qué? Ella sana. ¿A quién diablos le importa lo que piensen los demás?

Yo tengo muchas formas de reconectar. A veces, lo hago con una buena hamburguesa con papas fritas y un refresco bien frío, o unos tacos. Otras veces con un buen Tequila, meditación o una buena sesión de sexo que me haga sentir vivo, que despierte mis sentidos y me recuerde que existo. Cualquier cosa que me brinde placer, que me haga vibrar, es mi manera de reencontrarme conmigo mismo.

Lo mismo ocurre con todos los satanistas. Su religión no se basa en plegarias ni en estructuras impuestas. Su religión es su voluntad, su placer, su conocimiento. Todo lo que les brinde satisfacción y fortaleza es su religión. Así, la verdadera religión no es una estructura externa, sino aquello que nos conecta con nuestra propia esencia.

¿De modo que quieres agradar al diablo? ¡Agrádate a ti mismo! Así es como se hace. El verdadero poder radica en la auto aceptación, en reconocer que somos los dioses de nuestras propias vidas. No hay necesidad de buscar la aprobación de fuerzas externas o de someterse a dogmas ajenos. El diablo, en su sabiduría, nos enseña que el único Dios que debe ser venerado es el individuo mismo, que cada uno de nosotros es la fuente de su propia fuerza y propósito. Es en la rebelión contra las expectativas ajenas, en la afirmación de nuestros deseos y placeres, donde se encuentra la verdadera libertad. Agrándate a ti mismo, porque solo tú eres el juez y el creador de tu destino.

Consejo adicional no pedido: Si después de leer este artículo todavía te preguntas cómo agradar a Satanás, busca alguna secta de locos fanáticos, o mejor aún, regresa a la iglesia de donde viniste para que el sacerdote o el pastor te instruyan sobre cómo someterte a fuerzas externas. En La Voz de Satán no lo hallarás.