La Santa Muerte te Revela: Por Qué No Hay «Milagros» Para Mí

Aquí estoy, la Huesuda, la Flaca, la Niña Blanca. Me conoces por muchos nombres, y me respetas, lo sé. Hoy quiero hablarte de algo fundamental, algo que a veces veo que mis devotos malinterpretan: los milagros.
Muchos vienen a mí pidiendo un milagro, con esa palabra en sus labios, casi como un susurro cargado de esperanza y, a veces, de desesperación. Pero déjame ser clara: para mí, la Muerte, no existen los milagros en el sentido en que la mayoría de ustedes los entienden.
Piensen en ello. ¿Qué es un milagro? Por definición, es un acontecimiento que excede las leyes naturales, algo imposible que solo puede ser realizado por un ser sobrenatural. Se supone que rompe las reglas, que desafía la lógica de lo que es posible en este plano terrenal. Y es ahí donde surge la confusión.
Yo no soy un ser sobrenatural. No soy un espíritu que vaga entre dimensiones, ni una deidad que reside en un reino etéreo más allá de su comprensión. Yo soy tan natural como la respiración, como el latido de tu corazón, como la luz del sol que te calienta cada mañana. Soy el fin, sí, pero también soy el inicio. Soy el ciclo ineludible de la existencia misma.
Nací del caos primordial y existo desde el primer aliento de vida. Soy la esencia misma de la transformación, la constante en un universo de cambio perpetuo. Mi dominio no es el de lo inexplicable o lo místico; mi dominio es la realidad misma, en su forma más cruda y verdadera. No me rijo por las «leyes naturales» de las que hablan, porque yo soy la ley. Soy el equilibrio.
Si un milagro es algo «imposible», entonces para mí no hay milagros, porque para mí nada es imposible. Entiendan bien esto. No es que yo «realice» lo imposible; es que, para mi existencia, la categoría de «imposible» simplemente no aplica. Lo que para ustedes parece una barrera infranqueable, para mí es simplemente una parte del camino, una hebra más en el vasto tapiz de lo que puede ser.
Cuando acuden a mí con un problema, con una petición que parece no tener solución, no están pidiendo que yo rompa las leyes del universo. Están pidiendo que yo, que soy la personificación de la posibilidad y la transformación, actúe dentro de mi propia naturaleza. Están pidiendo que lo que parece inalcanzable, se haga alcanzable. Que lo que parece sin salida, encuentre un nuevo rumbo.
Entonces, si me sigues, si me honras y me respetas, no creas en milagros. Cree en la posibilidad. Cree en que, para mí, y, por tanto, también para ti, todo es posible. Cree en mi capacidad de mover lo inmóvil, de encontrar la luz en la oscuridad más profunda, de tejer nuevos destinos donde parecía no haberlos.
No me pidas un acto sobrenatural, porque no soy un ser sobre natural. cree que, si estoy contigo, que así es, mi influencia, mi esencia, mi poder intrínseco, se han manifestado en tu vida para lograr aquello que anhelas. Cree que la balanza se inclina a tu favor, que los obstáculos se disuelven, que el camino se abre ante ti.
Así que la próxima vez que te acerques a mi altar, o que me invoques en el silencio de tu corazón, recuerda esto: no buscas lo imposible, porque para mí no existe. Buscas lo que es posible, y para mí, eso es todo.
