Cuando se trata de dinero… ¿Controlas o confías?

Todavía es de madrugada. Tomo mi café como cada día, y aunque no suelo comer pan, hoy decidí que hacerlo resonaba con mi prosperidad y abundancia. ¡Y no solo eso! Se me antojó doble; así que tengo a mi lado dos de esos que en México llamamos “conchas”, porque simplemente, hoy el pan resonó con mi bienestar. Y en este contexto, quiero hablarte sobre un tema importante que nada tiene que ver con el pan y el café: Cuando se trata de dinero… ¿Controlas o confías?
Ya sé que todos me dirán que confían; pero si eres de los que despierta estresado, abriendo la aplicación de tu cuenta bancaria para ver cuánto ha entrado o salido; si eres de los que constantemente ves tu cartera o monedero para ver si te alcanzará de aquí a fin de mes, la cruda verdad es que no. Aunque vivas diciendo afirmaciones (o “aformaciones” como estúpidamente les llaman hoy) positivas, no confías. Simplemente disfrazas tu ansiedad de espiritualidad, pero la verdad, como decía mi abuelita, “lo méndigo se te nota por todas partes”.
Confiar, contrariamente a lo anterior, es invertir con la conciencia de que el dinero es energía y regresará a ti multiplicado. No se trata de gastarlo a lo loco, sino de saber que cuando se invierte, volverá y no tiene que dolerte. Confiar es saber que el dinero tiene vida, siente y escucha cada cosa que dices, pero no con la boca, sino con el sentimiento y la emoción.
Lograr esto es una lucha constante de todos los días, incluso para nosotros los brujos. Esta semana me debatí entre contratar o no HBO por un mes para tener acceso a una serie que llamó mi atención. ¿Cuál era el problema? Ninguno. Pagar doscientos pesos no afecta mi economía en lo más mínimo; pero mi mente quiso hacerme una mala pasada: «¿De verdad lo necesitas?…» «¿Y si luego te hace falta?»… «¿No crees que podrías buscar otro tipo de entretenimiento que no te cueste?»…
«¡Cállate!» Le dije. «¿Pues para qué soy lo que soy entonces? Ahora, nomás para que se te quite lo cabrón, lo contrato». Y sin pensarlo más, lo hice. Ya no fue solo por la serie, sino para disciplinar a mi mente, porque esos pensamientos, desde hace ya muchos años no tienen cabida en mí. No pretendo pintarte una historia melodramática de telenovela pero luego, como a las dos horas, mientras Yo ya disfrutaba mi serie con una limonada preparada por las mágicas manos de mi esposa y algunas frituras, alguien me llamó para contratar uno de mis trabajos de brujería más costosos; un cliente me llamó para invitarme a desayunar porque quería darme tres de sus asuntos legales, y una amiga me llamó para hacer cita y venir a mi casa porque trae problemas con un testamento. Una voz resonó entonces en mi mente. Una voz que decía: «Y puedo darte más, si quieres».
La realidad es que el control excesivo sobre el dinero suele ser una manifestación de miedo. Miedo a no tener, miedo a la escasez, miedo a lo desconocido. Y es curioso, porque precisamente ese miedo es lo que nos limita. Nos aferramos al centavo, lo vemos como algo finito que se puede agotar, y al hacerlo, le cerramos la puerta a su flujo natural. Es como intentar contener el agua de un río con las manos; por más que te esfuerces, siempre se te escapará un poco, y el río seguirá su curso, quizás no por donde tú querías.
Pero confiar no es ser irresponsable, es ser estratégico
Aquí viene la parte donde algunos me dirán: «Pero, ¿cómo voy a confiar si necesito pagar la renta y comer?». Y tienen razón. Confiar no es sinónimo de ser un irresponsable y tirar el dinero por la ventana. Primero están las obligaciones que uno tiene. Si esos doscientos pesos fueran muy necesarios en mi hogar, para comer hoy, por ejemplo, jamás invierto; sino que espero otra oportunidad sin perder la idea. Pero como dije, concederme el gustito no afectaba mi economía, así que podía permitírmelo sin temores tontos. Quiero que entiendas, entonces, que confiar es una estrategia. Es entender que el dinero, al ser energía, responde a la intención y a la actitud.
Imagina que el dinero es un socio de negocios. Si a tu socio lo tratas con desconfianza, lo vigilas cada cinco minutos, lo criticas y le temes, ¿crees que querrá trabajar contigo? Lo más probable es que se vaya con otro. Lo mismo ocurre con el dinero. Cuando lo tratas desde la escasez, el miedo y la ansiedad, lo estás repeliendo.
De modo que, confiar es:
- Invertir en ti: En tu educación, en tu salud, en tus pasiones. Porque sabes que esas inversiones te harán crecer y, por ende, aumentarán tu capacidad de generar riqueza.
- Dar con alegría: Ya sea en una propina generosa, en una donación, o ayudando a alguien. Cuando das desde la abundancia, le estás diciendo al universo que tienes de sobra y que estás abierto a recibir más.
- Tener una visión a largo plazo: Saber que hay momentos de siembra y momentos de cosecha. Que no todo el dinero que entra hoy tiene que quedarse atesorado, sino que parte de él debe ser puesto en movimiento para que regrese multiplicado.
- Sentir gratitud: Agradecer por cada peso que tienes, por cada oportunidad de generar ingresos. La gratitud es un imán para la abundancia.
Así que la próxima vez que te encuentres revisando tu billetera o saldo bancario con el corazón en la mano, o que sientas esa punzada de ansiedad al pensar en los gastos, pregúntate: ¿Estoy controlando o estoy confiando?
Porque al final del día, tu billetera y tu cuenta bancaria son solo un reflejo de tu estado interno. Si dentro de ti hay miedo y escasez, tu cuenta lo manifestará. Pero si cultivas la confianza, la abundancia y la gratitud, verás cómo el dinero empieza a fluir hacia ti de maneras que nunca imaginaste.
¿Te estoy lavando el cerebro? No. Hablo de leyes universales que, como abogado, entiendo que son tan inquebrantables como las de cualquier contrato. La única diferencia es que estas, las del dinero y la energía, no necesitan ser firmadas en un papel. Solo necesitan ser sentidas y vividas.
P.D. La serie está buena y, además, encontré otras dos que me gustaron.
