Brujería para pendejos: El manual para los que no quieren ser brujos.

Hoy quiero hablarles de un tema que me viene carcomiendo, pero, más que por preocupación, por molestia. Y es que me doy cuenta de que por más que les enseño, por más que les escribo, por más que se los digo en el podcast, todavía hay mucha gente con mentalidad de borrego. Me explico:

En un mundo donde los susurros de los dioses y la esperanza de un salvador dominan la psique humana, muchos se acercan a la brujería con una mentalidad de servidumbre. Llegan con ruegos, preguntas y una sed de aprobación que a todas luces me muestra que no son brujos ni están listos para serlo. «Maestro, ¿será que Satán me escucha?» «Maestro, ¿será que la luna me bendice?» «Maestro, ¿será que la Santa Muerte me quiere?» Y Yo les respondo: «¿Será que mejor te quedas en la iglesia de donde saliste?»

¡Y no es que sea grosero! es que estas preguntas no solo son erróneas, sino que traicionan la esencia misma de la magia porque la brujería no es una religión de súplicas. No es un camino para los débiles que esperan que una entidad cósmica les conceda deseos. Es el sendero de la voluntad, de la soberanía personal, de la audacia. El poder que buscas no está en los cielos, ni en los infiernos, ni en los bosques sagrados. El poder, la magia, el universo entero, está dentro de ti.

El libre albedrío ya se te dio. Las deidades o demonios con los que resuenas, sea que los veas como entidades externas o como energías que te habitan, no son niñeras cósmicas esperando que les pidas permiso para actuar porque ninguna de ellas está aquí para alivianarte los huevos. Están aquí para apoyarte en cualquier cosa que Tú, y solo Tú, decidas hacer. La responsabilidad de decidir es tuya. La brujería, en su forma más pura, es la máxima expresión de ese libre albedrío que ya tienes, y no quieres ejercer.

En la religión te decían que nada podías hacer sin pedírselo o consultárselo a tu Dios, y lamentablemente, dentro de la magia también hay «gurús» que te hablan de pedirle todo a Satanás o a Lucifer. Te venden todo tipo de mentiras, te imponen reglas que ni ellos siguen… ¿Y para qué? Voy a romper ese drama en el que te hacen vivir, y que es digno de Netflix o cualquier plataforma de las que nos entretienen: Esos «brujos» solo quieren tu dinero.

Entiende esto: Para un brujo verdadero, las preguntas sobre si un ser lo «quiere» o lo «aprueba» son absurdas. Si lo que buscas es amor incondicional, un amor que te apruebe sin importar lo que hagas, un amor que te prometa un paraíso mientras te mantiene esclavo, sin poder personal, sin prosperidad terrenal, entonces regresa al redil de donde vienes. Regresa a ese lugar donde te decían que un salvador te amaba, pero al mismo tiempo te despojaba de tu dinero, de tu voz y de tu capacidad para forjar tu propio destino.

La brujería no te pide que ames a un dios. Te exige que te ames a ti mismo. Te pide que reconozcas que eres el creador de tu propia realidad. No esperes a que un ser te escuche. Tú eres el que escucha. Escucha tu intuición, escucha tu poder, escucha lo que quieres manifestar. No busques que te aprueben. Aprueba tus propias decisiones. No busques que te quieran. Quiérete a ti mismo. Si no puedes hacer esto, no eres un brujo, sino un fanático religioso que busca responsabilizar a otros, sean dioses o demonios. Eso mismo hacías en la religión.

Cierro con esto, y entiéndelo: El sendero de la brujería no es un camino de sumisión, sino de liberación. Es la responsabilidad total de tu vida, de tus éxitos y tus fracasos. No hay a quién culpar ni a quién agradecer más que a ti mismo. La magia no es un regalo que se pide; es una fuerza que se ejerce con la voluntad inquebrantable de ser tu propio dios.