Mi Verdad, Mi Camino: Cuando tu familia sabe que te gusta lo oculto

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Siempre he sido una persona curiosa. Desde pequeño, me fascinaron los misterios de la vida, lo desconocido y todo aquello que escapaba a las explicaciones convencionales. Conforme fui creciendo, este interés se fue profundizando y me adentré en el mundo de lo esotérico.

A los dieciséis años, allá en California, atraído por la búsqueda de respuestas que en la religión no hallaba, me involucré en una secta. Fue allí donde, en medio de rituales y creencias extremas, me adjudicaron el nombre de «Príncipe Lucifer». Si bien abandoné esa agrupación un par de meses después, el nombre resonó en mí y decidí adoptarlo como una representación de mi búsqueda personal y mi conexión con lo desconocido. Seguí siendo satanista y estudiaba, calladamente, la brujería.

Por muchos años, utilicé el poder mental y mis conocimientos solo para mí; pero ya siendo profesionista y estando casado, sentí una fuerte necesidad de compartirlos y ayudar a otros. Así fue como, ya en Vallarta, comencé a dar consultas, primero en mi casa y luego a través de internet, lo que implicaba arriesgar mi prestigio como abogado.

Fue entonces cuando mi madre se enteró de todo. La noticia de que me hacía llamar «El Príncipe Lucifer» y que estaba ofreciendo servicios esotéricos a personas de todo el mundo de habla hispana la tomó por sorpresa y la enfureció. Confieso que esperaba cierta reacción negativa, pero no a tal grado. Había imaginado que, al fin y al cabo, se sentiría orgullosa de que su hijo estuviera alcanzando un reconocimiento tan amplio. No fue así.

Después de un tiempo, los ánimos se calmaron y pudimos hablar con más tranquilidad. Mi madre, preocupada por mi bienestar y mi futuro, me ofreció una solución que, en ese momento, me pareció tentadora: me propuso pagarme lo mismo que ganaba con mis consultas a cambio de que dejara de lado todo lo relacionado con el mundo esotérico.

Sin embargo, a pesar de su generosa oferta, no pude aceptar. Además de que sentía que estaba llamado a seguir este camino y que negar mi verdadera naturaleza sería traicionarme a mí mismo, el reconocimiento ya era mucho y Ella no podría pagar lo que en aquel entonces ya ganaba como brujo. Finalmente, mi madre, comprendiendo mi determinación, me dijo: «Está bien. Nomás ten cuidado con lo que haces». A pesar de darme su bendición, ha venido procurando que mis hermanos y sobre todo mis sobrinos no sigan mis pasos.

Sé que mi elección no ha sido fácil para mi familia y que muchos aún no entienden mi forma de vida. Pero estoy en paz con mis decisiones y seguiré adelante, explorando las profundidades del conocimiento y la conciencia. No busco la luz, sino las sombras que yacen ocultas, las verdades que se esconden detrás de lo evidente. Este es mi camino, y lo recorreré hasta el final.

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