Anoche Aullaron los Perros
Siempre he creído que la mejor hora para meditar es entre las tres y las cinco de la mañana. Además de que el cuerpo está más débil, y por tanto, receptivo a cualquier manifestación no física, a esa hora el mundo está quieto y puedo conectar mucho mejor que en otras horas del día.
La madrugada del pasado miércoles estaba en eso cuando, de pronto, los perros de la calle comenzaron a aullar en coro de una forma muy lastimera. Me desconcentré por unos segundos, y luego volví a lo que estaba, sabiendo que lo que se me daba mediante la manifestación de los perros es, desde que recuerdo, un presagio de desgracia.
Cuando amaneció, ya tomando el café de la mañana con mi esposa, le dije: «Anoche aullaron los perros». No esperó mucho para contestarme: «¡Cállate, Omar!» Y es que, aunque Ella no es creyente de lo oculto, sabe bien (porque ya se lo he compartido y ha tenido la oportunidad de probarlo) lo que esto significa.
Fue en el mes de marzo de dos mil diecinueve. Durante algunos días, los perros venían de día y de noche a aullar a mi puerta. En aquel entonces Yo le explicaba a mi esposa lo que aquello presagiaba, pero no quiso creer. «La vida solo la da Dios, y es Él mismo el que la quita», me dijo reprendiéndome; pero a los días nos avisaron que una tía que Yo quería mucho estaba en estado de coma en un hospital de California. Dos días más después del aviso, falleció. Mi esposa estaba sorprendida.
Pero volviendo al presente, aquella mañana terminamos el café, y luego el desayuno. Salimos a trabajar. Me olvidé por completo de lo que había pasado en la madrugada porque, entre todos los asuntos legales que como abogado tengo, la verdad es que no hay tiempo para traer nada fijo en la cabeza; pero cuando íbamos por una calle, comencé a escuchar el aullido de nuevo, solo que, ahora, de un solo perro. Entonces el presagio volvió a mi cabeza cuando mi esposa me dijo: «Ese perro comenzó a aullar cuando te vio».
Esta idea de que los perros presagian muerte y desgracia no es mía, y mucho menos es nueva. En muchas culturas latinoamericanas, se cree que los perros pueden ver a la Muerte o a espíritus, lo que les lleva a aullar de manera inquietante durante la noche. Esta creencia sugiere que el aullido es un anuncio de muerte inminente o una advertencia sobre la presencia de lo sobrenatural. ¡Las abuelitas lo decían! Por lo menos las mías, que crecieron en el campo, aseguraban que «cuando los perros aúllan de ese modo tan lastimero por las noches, es porque ven a la muerte o a los muertos que vienen caminando por media calle».
A la fecha en que escribo este artículo, nueve de enero de dos mil veinticinco, todavía no pasa nada; pero sé que vendrá, porque esa es una de las formas en que la Muerte me avisa cuando debo estar preparado para algo, aunque nunca me diga para qué.
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