Basura para el Altar: tres Errores que Insultan a la Huesuda y Bloquean su Favor
¡Que arda la llama de la verdad! Sé que muchos de ustedes, al acercarse al Altar de la Muerte, se quedan con el escalofrío en la espina dorsal, preguntándose: “Maestro, ¿mi ofrenda fue digna para la Señora de la Guadaña?”
La inquietud es natural. Cuando uno invoca al Poder que verdaderamente domina lo terrenal y lo oscuro, se exige excelencia. Acercarse a un ente, cualquiera que sea, no es para cobardes ni para mediocres. Si no le reconoces la grandeza que merece, simplemente la apartará.
Aquí está la guía sombría. Hay tres pilares de podredumbre que la Huesuda jamás tocará. Presta atención y no cometas el error de los débiles:
UNO. La Ofrenda Corrupta o la Miseria del Desecho
El primer error es ofrecerle la decadencia, la basura, lo que ya le pertenece al lodo. Les cuento el caso de esa incauta que trajo un plátano que olía a derrota, aguado y casi putrefacto. ¡Qué injuria!
La Muerte no es la alcantarilla de tus desechos. Si le ofreces fruta, comida, bebida o flores, deben ser frescas, vibrantes y dignas de un festín que Ella podría compartir con el Inframundo. Si el licor está agrio, si la carne es vieja o si las flores son sobras marchitas, estás escupiendo en su manto. ¿Cómo reaccionarías si alguien te regala algo como eso? Voy a dejarte un pequeño susto: Tu propia respuesta te advierte lo que te espera con ese tipo de ofrendas.
Recuerda esto: Lo que le ofreces no es un favor; es una transferencia de energía, y debe ser potente. El materialismo y la intención son gemelos. Dale lo mejor, no lo que el gusano ya estaba esperando.
DOS. Las Sobras: El Insulto del Resto
Esto es simple y brutal: La Muerte no acepta sobras. Hay mentes tibias que le ponen en el Altar el culo de su cerveza, el trozo de pan que no quisieron o la comida a medio terminar. Hay que recordarles, con un golpe en la nuca, que esa práctica solo se reserva para las alimañas y el ganado.
¿Qué te hace pensar que un ente se complace en recibir lo que Tú no te tragaste? ¿Es Ella un perro mendigando migajas? ¡No! Ella es la Eterna, la que nivela Reyes y esclavos. Cuando le sirvas un trago, que sea de una botella recién abierta, o que ya haya sido abierta para Ella, y la copa completa. Si le sirves un platillo, que esté preparado para Su altar, sin que una sola porción haya tocado tu paladar. ¿Por qué?
Porque el Altar no es el basurero de tu cocina; es la puerta de entrada a su favor. Entrégalo completo, sin tacha y con la firmeza de que ese acto fue consagrado para Ella y solo para Ella. Si quieres compartir, cómelo después de Ella, no por esa reverencia estúpida de las iglesias, sino porque Ella ya habrá tomado la parte astral del alimento y lo que queda, la parte material, puedes tomarla con libertad. Pero no antes, sino después.
TRES. El Rito Vacío: La Ofrenda por Compromiso
El tercer error es el más común pero igual de ofensivo: la ofrenda que se pone a la ligera, sin convicción, nomás por acatar una regla. ¿Crees que el Ser que nos espera al final de todo no ve dentro de tu cráneo? Ella no es el Dios de tu iglesia, al que Tú jugabas a engañar. Siempre les he advertido que a la magia no se viene a jugar, y por tanto, es necesario que acabes de entender que Ella sabe cuándo le pones la veladora con la mente en tus deudas o cuándo dejas la copa de agua mientras revisas el celular.
La ofrenda es un pacto, un momento de absoluta entrega mental y espiritual. Si no hay una voluntad concentrada, un deseo ardiente, una palabra poderosa o un silencio cargado de intención, la ofrenda es un cascarón vacío. Se queda en el plano terrenal y jamás cruza el umbral.
Conclusión: Si invocan a la Huesuda, háganlo con la dignidad, el poder y la oscuridad que Ella representa. La calidad y la intención son el precio de su protección. Que el Velo sea delgado para ustedes.
