El Príncipe Lucifer: Más allá del personaje.

Hace algunos días, me encontraba en un restaurante con unos amigos disfrutando de una agradable reunión. Como es mi costumbre, antes de empezar a comer, puse las manos sobre mis alimentos para llenarlos de mi energía y dar gracias en silencio por ellos. Normalmente me toma algunos segundos y casi nadie lo nota porque no hago aspavientos. En medio de este ritual, una amiga interrumpió con un tono algo molesto, diciendo: «Ay, aquí no estamos en tu podcast o con tus clientes, pierde esa pose de Príncipe Lucifer. Deja ese personaje en casa. Cuando estés gravando, o con tus clientes, puedes hablar de gratitud, prosperidad, abundancia y hasta ser despectivo con la pobreza y el fracaso. Eso está bien para tus episodios de La Voz de Satán; pero fuera de los micrófonos o del público, deberías ser humilde. Además, pienso que vives en tu personaje todo el tiempo y has dejado el mundo real.»
Su comentario me tomó por sorpresa, no por el contenido, sino por la falta de comprensión hacia mi esencia. Con calma y una sonrisa, le respondí que no había ningún personaje que dejar de lado. «Yo soy El Príncipe Lucifer», le dije con convicción. «Un príncipe sin palacios y sin lujos, pero lo que me hace ser quien soy es mi actitud y mi autenticidad. Ni ante el micrófono, ni en mi vida real seré amigo del fracaso y de la escasez. Si aspiro a lo bueno, no es porque el personaje me lo requiera, sino porque soy así. Me gusta lo bueno y no temo admitirlo.»
Y es que, a diferencia de lo que Ella, y mucha gente piensa, no se trata de interpretar un personaje en ciertas situaciones para impresionar. Mi esencia es parte integral de mi ser, tanto en lo personal como en lo profesional. Mi actitud y mi manera de ver la vida no son una máscara que me pongo y me quito a conveniencia. Vivo con pasión, gratitud y creo en el poder de la magia. Por eso la practico y la promuevo.
Ser El Príncipe Lucifer es una filosofía de vida. Representa la búsqueda constante de la autenticidad, la conexión con uno mismo y con los demás, pero desde la autenticidad. Es un recordatorio de que todos somos capaces de ser magníficos en nuestras propias vidas, sin importar las circunstancias externas.
No sé si mi amiga lo entendió; pero ese día en el restaurante, Yo sí pude reafirmar mi compromiso con ser fiel a mi identidad y a mis valores y es que, ser auténtico y coherente no es una elección.

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