La Verdadera Magia: No Busques la Llave, Encuentra la Puerta

Cuando a mis dieciseis años me adentré en el mundo de la brujería, allá por un mil novecientos noventa y cuatro, mi mente estaba obsesionada con la idea de encontrar la clave maestra, la llave que abriría todas las puertas. No se trataba solo de coleccionar rituales; mi búsqueda era mucho más ambiciosa. Me sumergí en el estudio de innumerables corrientes esotéricas: desde la magia ceremonial hasta la wicca, el hermetismo, la cábala, y un sinfín de tradiciones ancestrales. Leía sin parar, devorando libros y textos en un intento desesperado por desentrañar el «verdadero secreto» de la magia.

Estaba convencido de que, en algún lugar, existía un compendio de conocimientos o un ritual supremo que lo englobaba todo. Pasaba horas, días, meses, analizando las similitudes y diferencias entre las distintas prácticas, buscando patrones ocultos, la fórmula universal que me permitiría manifestar cualquier deseo. Mi enfoque era puramente intelectual, buscando la «verdadera brujería» como si fuera una ecuación matemática por resolver. A pesar de todo ese estudio y algunas pequeñas victorias en mis prácticas solitarias, sentía que algo crucial se me escapaba.

El encuentro con Isis y la revelación de la puerta (1996)

Esta intensa búsqueda continuó hasta 1996, cuando el destino me llevó a conocer a Isis. Ella se hacía llamar así por haber nacido en Egipto, y se convirtió en mi maestra porque fue Ella quien me inició en el sendero formalmente. A pesar de que yo ya poseía una vasta cantidad de conocimiento teórico y había logrado algunas cosas por mi cuenta, Isis me mostró una perspectiva completamente diferente.

Después de leer interminables grimorios, fue ella quien, con una sabiduría serena pero contundente, y con tan solo siete palabras, me enseñó que mi búsqueda había estado mal dirigida. Dijo, sencillamente, lo siguiente: «No busques la llave, busca la puerta.»

La verdadera magia reside en la puerta, no en la llave

Piénsenlo por un momento: si tienen una llave en la mano, ¿cuántas puertas existen en el vasto universo que esa llave podría abrir? Miles, tal vez millones. La tarea de encontrar la puerta correcta para esa llave es abrumadora, desalentadora, y en la mayoría de los casos, infructuosa. Es una búsqueda agotadora que consume tiempo y energía sin garantía de éxito.

Pero, ¿qué sucede si tienen una visión clara de la puerta que desean abrir? Si saben exactamente qué es lo que quieren manifestar, qué transformación desean lograr, qué camino necesitan recorrer. Si tienen esa puerta claramente definida en su mente, entonces el proceso se invierte. Una vez que identifican esa puerta, pueden, con intención y voluntad, mandar a hacer la llave. La llave se convierte en una herramienta, creada específicamente para esa puerta en particular.

La brujería, para mí, se transformó a partir de esa enseñanza. Dejé de coleccionar rituales y corrientes esotéricas como si fueran llaves aleatorias. Ahora, mi práctica se enfoca en la profunda introspección para identificar con claridad la puerta que quiero abrir. Esto implica un conocimiento profundo de mí mismo, de mis verdaderos deseos y de la energía que necesito invocar.

Una vez que esa puerta es nítida en mi conciencia —ya sea abundancia, sanación, protección, o cualquier otra manifestación—, los rituales, las herramientas mágicas, las correspondencias y las acciones se convierten en los elementos para forjar esa llave específica. La meditación, que Isis también me enseñó a cultivar con gran maestría, se volvió fundamental para visualizar esa puerta con tanta claridad que la «llave» emerge de forma intuitiva y poderosa.

Han pasado 29 años de aquello. Isis ha trascendido y ya no está con nosotros, físicamente. Pero gracias a la guía que me dio, mi práctica se ha vuelto mucho más efectiva y personal. Ya no me siento abrumado por la inmensidad de las tradiciones esotéricas. Ahora, mi enfoque es preciso: identifico la puerta, y la magia se encarga de manifestar la llave. Es un recordatorio constante de que la verdadera magia no es algo que se encuentra fuera, en intrincados tomos o ceremonias milenarias, sino que reside en la capacidad de definir y crear desde el propio ser.

¿Alguna vez han sentido que estaban buscando una «llave» sin saber realmente qué «puerta» querían abrir?