¡Lupe La Regañada!

El aroma a café recién hecho y el murmullo de las conversaciones nos envolvían en el VIPS de La Isla, ese centro comercial que te hace sentir en otro mundo en Puerto Vallarta. Guadalupe, una amiga de hace muchísimos años y abogada de profesión, le daba vueltas a su taza, su voz apenas un susurro.
«Ojalá tuviera el dinero para no estar tan preocupada, maestro», me dijo. «A veces no sé qué hacer.»
Yo pedí unos huevos con tocino mientras la mesera tomaba nota. Aunque éramos amigos de toda la vida, ella siempre me llamaba «maestro» cuando quería un consejo de brujo.
«A veces no hay necesidad de rituales para el dinero. Simplemente, adoptando un comportamiento correcto ante Él, ya es motivo para que venga, aunque no a carretadas como todo el mundo sueña.»
Guadalupe se inclinó un poco más hacia la mesa. «¿Muy bien, maestro. ¿Y cuál es esa actitud?»
«Te aseguro que no es la que tienes cuando vienes a mí pidiendo un trabajo para recibir más dinero. Verás: El dinero se procura antes de necesitarlo, no cuando ya estás en necesidad, igual como el paraguas se compra antes de la tormenta y no cuando ya está cayéndose el cielo a pedazos, y ya no hay nadie que te lo venda.»
Luego añadí que el problema es, precisamente, que cuando la gente pide un ritual para el dinero, cuando me busca para que le guíe en la celebración de un pacto con algún demonio para obtenerlo, ya trae el agua al cuello y como siente que se ahoga en deudas y necesidades básicas, la ansiedad le hace perder. Entonces dice: “Mi pacto no funcionó…” “El demonio no me hizo caso…” “El brujo no sabe celebrar pactos…”
«¡Pido la palabra! ¿Ya consideraste lo ansiosa que viniste a mí? Porque mientras no tuviste necesidad fuiste imprudente, te endeudabas, gastabas a lo loco, excedías tu limite de crédito y decías: “Dios proveerá”; pero luego, cuando “Dios” ya no proveyó, entonces sí llamo al brujo para celebrar un pacto con el demonio o para que me haga un trabajo de prosperidad. ¡Y claro que funciona! Pero lleva su tiempo y tu ansiedad no te dejará entenderlo porque Tú quieres el dinero ya. ¡Imposible!»
Cuando le solté todo eso a Lupe, con esa sinceridad que a veces se confunde con mala leche, sentí que la estaba regañando como si fuera mi propia hija. No es que no quisiera ayudarla, al contrario, pero es que la sentí tan concentrada en la taza de café, tan seria, que por un instante se me apareció mi hija, la bruja Celestina, en pleno VIPS y casi me da la risa. Pero me aguanté, porque no era el momento de bromear. A fin de cuentas, a los abogados, a los brujos y a los padres nos toca a veces decir verdades incómodas para que la gente despierte. Y aunque por un momento me sentí el Grinch de las finanzas, sabía que tenía que hacerlo.
Ahora bien, se lo dije a Lupe, pero también te lo pregunto a ti, lector: Si el dinero es una manifestación del mundo, de la materia, del cosmos, o de Dios, ¡como quieras llamarlo!… ¿No crees que la energía que emites debe ser congruente con lo que quieres obtener?
A ver, piénsalo: cuando vas con el médico y le dices que te sientes mal del estómago por haberte tragado un vidrio, no te dirá: “¡Ah! Entonces te voy a recetar una pastilla para el estómago, y mañana ya te sentirás bien”; te dirá: “El problema no es tu estómago… el problema es el vidrio que tienes en tu estómago, y si sigues tragándote vidrios, seguirás sintiéndote mal del estómago, por muchas pastillas que te dé”.
Es un ejemplo exagerado, pero se entiende la idea, ¿no? Si tus pensamientos y tus emociones con respecto al dinero están llenos de ansiedad, desesperación y miedo, ¿cómo esperas que te llegue la prosperidad? Es como intentar atraer la calma mientras gritas histéricamente. El dinero no puede llegar a ti en paz si tú estás en guerra con tus propias finanzas.
Por eso, los rituales y los pactos con entidades, aunque son un canal para manifestar, no son la solución mágica que algunos creen. Son una herramienta, sí, pero su eficacia depende de tu estado interno. Si tu “foco” es la escasez, el pánico y la deuda, el ritual o el pacto solo servirá para que el demonio te diga que le pagues tu parte, que hagas lo que tienes que hacer, que te calmes, y te pongas a trabajar, no solo de una forma sino en muchas para salir de esa situación. El ritual o el pacto funcionarán, pero no como esperas, sino como una llamada de atención, un “ya déjate de pendejadas y ponte a trabajar para salir de la situación”.
Entonces, ¿cuál es el secreto? En realidad, no hay un solo secreto. Lo primero es cambiar tu actitud. El dinero no es el enemigo; es una herramienta. Y, como toda herramienta, si la usas bien, te sirve. Si no, te hace daño. Aprende a administrar lo poco que tienes, porque quien no sabe manejar un billete de cien pesos, mucho menos sabrá manejar mil. Y, por encima de todo, cultiva la calma. La prosperidad florece donde hay paz, no donde hay caos.
Guadalupe se quedó en silencio un momento. Luego, una sonrisa suave se dibujó en sus labios. Le dio un sorbo a lo que quedaba de su café, y me dijo: «Entiendo. Entonces el ritual más importante es el de la actitud.» Asentí. «Exacto. Y créeme, la abundancia siempre encuentra su camino hacia un corazón tranquilo.» Y con esa última frase, el tema de las finanzas quedó en pausa mientras nos concentrábamos en disfrutar del desayuno.
