Una Herramienta para la Imaginación y el Ritual
Desde que era niño, el miedo ha sido un compañero peculiar en mi vida. No un enemigo ni un obstáculo, sino una presencia que aprendí a manejar y hasta a disfrutar. Me gustaba escuchar historias de muertos y aparecidos, sumergiéndome en relatos de almas en pena y sombras errantes. Mientras otros niños huían de esos cuentos, yo los buscaba con curiosidad, deseando que esas figuras etéreas caminaran a mi lado en la oscuridad de la noche.
Lejos de quitarme el sueño, esta práctica me ayudaba a dormir. Imaginaba que aquellas presencias estaban cerca, no como amenazas, sino como algo que formaba parte del mundo que habitaba. Para darme una sensación de seguridad, me envolvía en la cobija como tamal, como si aquella tela pudiera protegerme de cualquier cosa. Sabía que no era así, pero me gustaba imaginarlo porque esa fantasía me tranquilizaba y terminaba por arrullarme.
Con el tiempo, descubrí que este ejercicio de imaginar lo sobrenatural no solo me servía en la infancia, sino que también se convirtió en un pilar fundamental en mis rituales.
La imaginación y la fantasía desempeñan un papel crucial en las prácticas espirituales y mágicas. Son el puente que une la intención con la manifestación. Sin ellas, los rituales serían meros gestos vacíos. Un ejemplo claro de esto ocurrió una noche de Halloween, cuando decidí dar forma a una idea que llevaba tiempo rondando en mi mente: imaginé que estaba en el funeral de algunos enemigos. Incluso puse música de velatorio, esos cánticos solemnes interpretados por un coro en una iglesia, y pronto me sentí en aquella funeraria. La escena estaba tan bien construida en mi mente que podía casi oler la cera de las velas y escuchar los murmullos de los asistentes, pero, lo que más emoción me dio, fue que pronto la mente me hizo sentir que en realidad sí había un muerto en mi cámara ritual. Con los meses, esos enemigos fueron muriendo uno a uno.
El miedo controlado no es paralizante, sino estimulante. Nos obliga a visualizar lo desconocido, a darle un lugar en nuestra realidad y a interactuar con ello de manera consciente. En la magia, saber jugar con el miedo, darle forma y propósito, permite que este se convierta en un aliado en lugar de un adversario.
La Biblia Satánica menciona que tanto la fantasía como la realidad son necesarias, pero cada una debe tener su lugar bien definido. Si se confunden, la mente se pierde en el caos; pero si se usan correctamente, pueden ser herramientas poderosas. En mi caso, la fantasía ha sido un recurso que he sabido dirigir, primero como un juego infantil y luego como un elemento esencial en mi práctica mágica.
Así, lo que alguna vez fue un simple juego nocturno de niño sigue acompañándome, recordándome que la mente es el primer y más poderoso de todos los instrumentos mágicos.
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